El sábado salimos dirección Valsalobre al más puro estilo Flash, sin prisa, con ganas de cuevas, con sonrisas, con walkies… y estupenda compañía.
La temperatura iba descendiendo según nos acercábamos a nuestro destino y cuando cogimos el desvío a la Torreta, comprobamos que el camino estaba helado y que nadie había pasado por allí. Ahora solo teníamos que decidir a qué cueva entrar; descartamos la Z6 por posibles problemas de oxígeno y optamos por la Juana I (afortunadamente, siempre hay alguien que lleva todas las topos). Qué maravillosa cueva, para los que no la conocíamos absolutamente fascinante, para los que la conocían, pero hacía mucho que no entraban, un bonito recuerdo, para los que habían entrado hacía poco, le añadimos el último pocito. Se instalaron dos vías para hacerlo un poquito más ágil.
Cuando salimos ya era de noche y había seguido bajando la temperatura, ahora toca cambiarse rápidamente y poner rumbo al refugio, encender la chimenea… ¿Hay un coche aparcado? ¿Quién estará dentro? Qué alegría da comprobar que el que ha llegado es un amigo, con el que intercambiamos anécdotas, el calorcito de la chimenea, no sin la distancia de seguridad o medidas sanitarias necesarias.
Tras una rica cena, nos esperan los sacos de dormir, frases que te hacen sentir que estás con un grupo de personas que no son “un club”, son compañeros, que en cada salida ponen un granito más de arena para transmitir y hacer sentir ese amor por las cuevas, ¡gracias equipazo!
No me quiero levantar, no quiero ir al colegio… ahí están mis compañeros. Iniciamos otro día al estilo Flash (qué gusto), sin prisa, un buen desayuno, y salimos del refugio para lavarnos los dientes. El agua se congela cuando lo echamos en un vaso, sí, sí, la temperatura es tan buena, que podemos lavarnos los dientes con granizado. Esto, lejos de quitarnos las ganas de entrar en otra cueva, nos da pie a seguir haciendo bromas.
Sima Diana es la elección para hoy, otra maravilla; igual que el día anterior, la mayoría ya había estado y no tuvieron ningún reparo para acompañar a aquellos que no habíamos ido nunca. Insisto, así da gusto. Hicimos dos equipos y cada uno instaló un pozo en la segunda parte de la cavidad, con la idea de bajar por uno y subir por otro.
El finde está acabando, pero nos cuesta irnos, vamos a comer a la Zapatilla, y cómo no, bajamos para volver a contemplar un lugar tan espectacular.
Hacemos el camino de vuelta con todas las bromas y anécdotas, repartimos el material que hay que lavar y nos despedimos. En mi caso, con mucha gana de volver a salir y poder realizar una actividad tan estupenda con una compañía inmejorable.