Después de los magníficos días que pasé el año pasado con mis compañeros de Tracalet y del Flash, me quedé con ganas de volver a disfrutar de los vertiginosos paisajes de Bejes. Animado también por que este año el propósito era montar campamento arriba en el monte, y de que en el plan de trabajo estaba la continuación de la exploración de la famosa Topinoria, y del agujero que por pura chorra descubrió un novato el año pasado, la SN6, me enrolé de nuevo en la aventura cuevil de Picos. En la agenda también teníamos pendiente la falsa cueva de los quesos, trás el cual se adivinaba continuación de la cueva.
Por cosas de las vacaciones, acudí 2 días después. Arriba estaban ya: Jose Hevía, Gorge, y Cuadro por parte del Flash; y por parte de nuestros amigos valencianos del Tracalet, Paco y un ya restablecido Vicent al 200 % de capacidad y con ganas de darlo todo. Dos días después se incorporarían también desde Valencia, Salva, Arturo y Miguel.
Nuestro Juanillo no pudo participar este año por estar pachucho (¡¡ vaya rachita, presi…!!), pero nos dió todo su apoyo emocional desde Gijón y nos ayudó a bajar los pertrechos del campamento el último día (aunque para la comilona en La Gallega, no estaba malo el tío jodío…). Nos falló a última hora Antonio Pilón, que hubiese disfrutado como un enano con las riquísimas lentejas que nos hizo Vicent una noche, para cenar.
Como un señorito inglés de esos de las pelis de safaris que echaban por la tele el sábado después de comer (guiño para los puretas del grupo…), me encontré el campo base ya montado, con una tienda cocina-comedor y todo. Aquello tenía pinta de expedición de los documentales de la 2. Además, los compañeros ya habían instalado las cabeceras de pozo de la SN6 y de la Topinoria.
Como es normal ya en el interclub, y quizás por la pérfida influencia flashera, nada estaba fijado de antemano y todo se sometía a debate con despliegue de dudas, requiebros y cambios de opinión, por lo que los equipos de punta se decidían…después del desayuno, entre charla y debate acerca del pernicioso efecto de los hidratos de carbono sobre el metabolismo: ¿engorda más la insulina que dos arrobas de panceta?, ¿nos estamos envenenando con el azúcar que contiene un tercio de Cacola?, ¿llora un bebé de orangután cuando Hevia se come una palmera de chocolate?…
Lo único que siempre estaba claro era que a Hevia le tocaba la Topinoria (como tiene neopreno, je je je).
Así que con mucha ilusión y con las flamantes bobinas de cuerdas nuevas que adquirimos este año, los equipos de trabajo se disponían a añadir metros a los pozos.
Este año además, teníamos la novedad y el aliciente de una emocionante aventura naval en nuestra humilde y veterana barca hinchable, surcando el lago de barro de la Topinoria.
Al culminar el día y reunirse los equipos de exploración para compartir las impresiones de la jornada, los compañeros siempre respondían a la gallega: “Tenemos una noticia buena y otra mala…”.
Las buenas, siempre eran que la cosa tiraba en ambas simas. En la Topinoria, el lago de barro se pudo surcar e incluso se encontraron más pozos y una espectacular sala al estilo cántabro. La SN6 no defrauda, y continua hasta los – 250 y siguiendo.
Entre las malas, que si en algunos sitios hay mucho barro, que si hay piedras que caen, algún estrechamiento que otro, un bloque del tamaño de un seiscientos que estorba el paso, y el naufragio de Vicent al rajarse el fondo de nuestra intrépida embarcación de goma. Afortunadamente el bote se pudo usar dándole la vuelta, no sin antes debatir en la tienda comedor las miles de posibles soluciones técnicas al problema naútico (Todavía no acabo de entender aquello de solucionar el naufragio con ¡¡¡ una cesta de fruta, o con bolsas de basura y cinta americana…!!!).
Lástima que la prometedora “Falsa cueva de los quesos” se quedó en eso, en prometedora, porque tras pasar el paso estrecho, solo había una salita, eso sí, con bonitas formaciones. Por lo menos experimenté aquello de pisar por primera vez una parte de la tierra por un ser humano… je,je,je.
No faltó, como es tradición en toda campaña que se precie, rallie con la furgo de Gorge para ir a la comilona de fabes y cabrito en La Gallega. Este año, como Ana estaba más poética que de costumbre, nos libramos por poco de la historia del antropólogo inglés y su cuarentena en Nueva Guinea, pero nos regaló el oido con las asombrosas historias cinegéticas del borbón XII, anotadas en el diario de su bisabuelo. Y de postre después del banquete, bronca con el guarda y con el mísmísimo director del Parque Nacional, porque pretendíamos volver por la pista que discurre por una reserva de Urugüayos en peligro de extinción (preguntar a Gorge, que él os dá detalles del asunto).
No faltó la cena de despedida de campaña en La Hermida, en la que no falló el gran Chucho ni tampoco el cocido lebaniego (….¿o era el montañés?, el de las alubias, ¿cual era?).
Y tampoco faltó dormir después de la cena de fin de campaña, en ese templo del ronquido compartido, en ese hotel Ritz del polvillo de origen incierto en el que Cuadro se embadurna de los pies a la cabeza con esencia de citronela para no llevar a la Pepa pulgas de souvenir… en LA CASA, porque la viga,…. todavía no se ha roto.
Ahh !!! Y se me olvidaba la historia Cuarto milenio.
El último día de exploración, tuvo que venir Salva, un licenciado en Bellas Artes, para darse cuenta de que unos huesos que había en la base de un pozo de la Topinoria…. ¡¡ eran humanos !!. El caso es que la gente los vió el año pasado, pero se vé que Salva los tuvo que dibujar mucho en la carrera o yo que sé, y los identificó sin dudarlo: una mandíbula, tres fémures, fragmentos de un cinturón… Con el asesoramiento técnico de Juanillo, se puso la pertinente denuncia en el cuartelillo de la Benemérita, y el lunes después de campaña con la ayuda de Vicent, ahí estaba la Guardia Civil sacando los huesos para llevarlos a la policia ciéntifica. Supongo que nos iremos enterando quien era el desdichado dueño de la osamenta, pero en cualquier caso… descanse en paz.
Como veis, más variada y divertida no ha podido ser la campaña.
El año que viene, si el destino lo permite, yo me apunto. ¿os animais?
Miguel Burri